En contraposición a los planteamientos de los artistas abstractos, relacionados estrechamente con el mundo industrializado, tecnificado y deshumanizado, surgió el interés por la ingenuidad, por la falta de convencionalismo, por la alegría desprevenida del mundo primitivo. Fue así como aparecieron pintores como Noé León (1907-1978), quien en su momento disfrutó de gran acogida en el mercado nacional e internacional. Descubierto por Alejandro Obregón, en sus comienzos fue un pintor espontáneo de abigarrados detalles y profuso colorido, que reflejó en sus cuadros el mundo desenfadado y alegre de la costa Caribe, según se observa en Juan B. Elbers (1965) o en Tigre cazando sabanera (1965). Poco a poco se hizo más culto y decorativo y adoptó elementos provenientes del “Aduanero” Rousseau (1844-1910), considerado el paradigma de la pintura primitiva, tal como puede apreciarse en el óleo Accidente en la vía (1971).

María Villa (1909-1991) comenzó a practicar la pintura cuando se aproximaba a los sesenta años de edad. Con colores vivos y bruscas pinceladas que no conocieron los rigores académicos, expresó el mundo contradictorio de los campesinos asentados en la ciudad y su mitología religiosa. MarcoTulio Villalobos (1911-1980) fue un obrero que encontró en la pintura un medio con el que recreó, entre otros diversos motivos, escenas de la historia patria, caracterizadas por sus colores sobrios y apagados. Sofía Urrutia (ca. 1912), educada en Suiza y París, produjo una obra culta, en la que eligió conscientemente el primitivismo como estilo.

Alicia Cajiao (1923) ejerció de manera temprana el primitivismo. Hernando Tejada (1925-1998) a medio camino entre el arte y la artesanía, propuso un conjunto de muebles-objetos de contenido ingenuo y humorístico. Luis Fonseca (1928) fue primero agente de policía y luego se dedicó al arte; con sus imágenes sencillas y de colorido desbordante, tradujo el realismo mágico de distintas escenas de la novela Cien años de soledad, como en Pietro Crespi enseña a bailar a Rebeca y a Amaranta bajo la vigilancia de Úrsula (1970). Por su parte, Antonio Samudio (1934), sin ser primitivista en el sentido convencional del término, practica un arte deliberadamente ingenuo tanto en estilo como en temática, en el que subraya el volumen de objetos y figuras, e introduce el humor y una paleta definida por la neutralidad cromática.