Salud y Agua. Tomando las riendas de nuestro propio bienestar
Por María Villegas
Hoy quisiera abordar aquí un tema fundamental que, pese a su importancia, a menudo descuidamos. Un tema que podría, incluso, salvarnos la vida. Me refiero a la hidratación —componente vital de la salud—, a la forma y la cantidad correcta de hacerlo, así como a los signos que revelan su necesidad. Podemos incluir en nuestras dietas todos los verdes imaginables, excluir el azúcar o el gluten, ejercitarnos como maratonistas o meditar como maestros iniciados, pero si no nos hidratamos como es debido, no veremos los resultados esperados.
El agua es el nutriente esencial por naturaleza. El 70% de la tierra, del cerebro, del cuerpo, de los músculos, es agua. Sin embargo, en el planeta solo 2,5% es potable. Es un recurso finito y debe cuidarse. Nuestro cuerpo solo vive 3 a 5 días sin agua. El agua contribuye al correcto funcionamiento del cuerpo y la digestión, al proceso de desintoxicación, al mantenimiento de una piel saludable. El agua protege las articulaciones y los tejidos, lubrica la médula, regula la presión arterial y la temperatura, calma la sed, mejora la salud de piel, uñas y pelo, reduce la sensación de hambre y contribuye a la pérdida de peso. Pero, así como es un recurso finito del planeta, también lo es de nuestro cuerpo. Al día perdemos unos 2,5 litros por orina, sudor, lágrimas, respiración, ejercicio y otros. Aunque debemos tomar abundante agua, su exceso puede ocasionar desbalances minerales por el contenido de calcio, magnesio y flúor. Por ello, hay que calcular la cantidad y forma de ingestión.
Signos de deshidratación:
Boca pegajosa Orina oscura y frecuente
Dolor de cabeza
Calambres Mareos o desvanecimientos
Constipación y problemas digestivos
Falta de energía
Baja presión sanguínea
Piel secaSensación de hambre
Sed
Algunos efectos:
Envejecimiento prematuro
Retención de líquido y peso
Exceso de toxinas
Falta de concentración
En personas menores de 65 años la deshidratación puede detectarse también por la elasticidad de la piel. Si al pellizcar la piel del brazo por unos segundos y soltarla esta forma una especie de carpa y no vuelve de inmediato a su condición normal, es signo de deshidratación.
Una disminución del 5% en los fluidos corporales hace perder del 25 al 30% de energía. Con solo 1% de deshidratación ya se afecta el humor, la atención, la memoria y las habilidades motrices.
Fotografía de Charlotte May
¿Qué cantidad?
Seguramente han oído hablar de los 8 vasos diarios de agua. Esa puede ser o no una medida recomendable porque no todos los organismos son iguales. Una opción para calcular la cantidad de litros diarios que, supuestamente, debemos ingerir es dividir el peso corporal en kilos por 30. Pero, si el resultado promedio es de 2,5 litros —prácticamente lo que perdemos al día—, no nos estamos hidratando en verdad, solo reponiendo líquido. Por tanto, nuestra ingesta, en principio, debería estar un poco por encima, 3 a 4 litros al día. ¿Cómo tomar 4 litros si a duras penas logramos beber 2 vasos? Hay formas saludables de hacerlo, pero antes veamos qué agua es más aconsejable para ello.
¿Qué agua?
Hay diferentes tipos de agua. La mayoría, tratada con cloro y flúor, pierde muchos minerales originales. Yo no recomiendo agua del grifo, porque puede traer parásitos y contaminantes, ya sea por el estado de la tubería o por el tratamiento con cloro.
Un estudio en Estados Unidos encontró en el agua de la llave 316 contaminantes, de los cuales 86 eran causados por las plantas de tratamiento, además de 204 tipos de químicos, cuyo origen en algunos casos no pudo determinarse.
Un agua muy completa es la que proviene de los manantiales por ser pura y conservar todas sus propiedades; su pH de 7 la hace neutra, ni ácida ni alcalina. Pero, como no es fácil tener un manantial a la mano, necesitamos una opción más viable. El agua alcalina —la que tiene un pH más alto— es más saludable porque favorece la regeneración celular, la eliminación de toxinas y ayuda a combatir, entre otras irregularidades, el insomnio, la hiperacidez gástrica y la diabetes.
Podemos obtener agua alcalina a través de filtros ionizadores especiales o mediante un sencillo método casero: llenar una jarra con agua hervida, agregarle media cucharadita de bicarbonato de sodio, taparla y agitarla vigorosamente. Se puede conservar en nevera y dura lo mismo que la tradicional. Debe sí agitarse bien antes de cada toma. Otra forma de agua saludable es agregarle ½ limón a cada vaso.
¡Recuerden siempre hervir el agua!
Cuando pregunto a algunos pacientes por qué no toman agua, casi siempre obtengo dos respuestas: que se les olvida o que no se sienten capaces de tomar esa cantidad. Una buena manera de mejorar la hidratación es convertirla en costumbre, vinculando la toma de agua a un hábito que ya se tenga y se practique, sin falta, cada día.
Hábitos aprovechables:
Tomar un vaso de agua antes o después de cada cepillada de dientes.
Tomar otro vaso mientras se prepara el desayuno o el almuerzo.
Tomar uno o dos vasos de agua al llegar a la oficina
Tomar unas cuatro tazas té herbal al día.
Tomar una botella grande de agua mientras se pasea al perro, de ser el caso.
Tomar un vaso de agua al despertar.
Ojo, estos son cambios que han de ser graduales, no se pasa de 0 a 100% en un día. Poco a poco, el cuerpo se va acostumbrando y recibirá el agua de manera más cómoda. Se recomienda tomar mucha agua en la mañana, moderadamente en la tarde y poco o nada en la noche para que no les interrumpa el sueño.
Fotografía de Oriento
Manteniéndose hidratado:
Tener en el escritorio una jarra con la cantidad necesaria, y hacer tomas regulares.
Poner recordatorios en el teléfono o reloj o descargar una app de alarmas. Incluir jugos verdes, no todo ha de ser 100% agua.
El cohombro o el melón, así como muchos otros vegetales son ricos en líquido. Llevar siempre una botella grande de agua y tenerla a mano.
Si nos cansa el agua por la falta de sabor, adicionarle menta, limón, apio, canela, jengibre u otro que la hagan más refrescante.
Tomar el agua de forma gradual. No se bebe en 10 minutos lo que no se tomó en todo un día y puede hacernos sentir mal.
Ser creativos. Incluir té herbal frío o caliente, leches vegetales o sopas. Sustituir los hábitos. En vez de tomar un café tomar un vaso de agua.
Escribir las metas de hidratación y leerlas en voz alta en el día y la noche, para que la mente entienda qué hacer y cómo proyectarse.
Una correcta hidratación: Tomar café, té, soda, alcohol o bebidas energéticas, no es tan efectivo para calmar la sed ni regular el nivel de líquidos, pues tienen agentes deshidratantes que producen un efecto contrario al buscado. Recordemos que, así contengan agua, no son agua.
Aumentar la cantidad de agua cuando se esté en lugares muy altos; cuando se haga ejercicio, se tenga diarrea, fiebre o vomito; cuando haya infecciones urinarias; cuando se esté en embarazo o en lactancia; cuando se haya ingerido alcohol.
Las personas con cáncer deben aumentar su hidratación para no deshidratarse con los efectos secundarios de la terapia. Asegurarse de estar bien hidratados al hacer ejercicio.
El agua de coco, además de hidratar, restaura los electrolitos perdidos.
Un dato adicional, si se va a llevar agua en una botella, debe tenerse en cuenta que algunos recipientes plásticos pueden contener BPA (Bisfenol-A), un compuesto tóxico que puede acarrear problemas de salud. Vale la pena invertir en una botella de buena calidad, ojalá que no sea de plástico o esté libre de PBA.
Espero que estos consejos ayuden a mejorar sus niveles de hidratación y su salud.
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